Estrellas embrionarias titilan en el corazón de Orión
Gracias a los telescopios espaciales Herschel de la ESA y Spitzer de la NASA, los astrónomos han descubierto que el brillo de las estrellas en formación en el interior de la conocida nebulosa de Orión está cambiando de forma sorprendentemente rápida.
Al superponer los datos recogidos por el instrumento para el infrarrojo lejano de Herschel con los de dos instrumentos de Spitzer, que operan a longitudes de onda más cortas, se obtuvo esta imagen que muestra con detalle las estrellas en formación en el corazón de uno de los objetos más famosos del cielo nocturno.
La nebulosa de Orión se encuentra a 1350 años luz de la Tierra, y se puede distinguir claramente en el cielo invernal visible desde Europa.
También conocida como la ‘espada’ de Orión, esta nebulosa se encuentra debajo de las tres estrellas que forman el ‘cinturón’ de Orión ‘El Cazador’, una de las constelaciones más fáciles de reconocer.
Es una de las pocas nebulosas observables a simple vista, lo que la convierte en un objetivo popular entre los astrónomos aficionados.
Esta nebulosa alberga el cúmulo de formación de estrellas más cercano a nuestro planeta, en el que las nubes de polvo y gas brillan al ser calentadas por la intensa luz ultravioleta emitida por las estrellas más jóvenes.
Dentro de estas nubes de polvo – impenetrables para la luz visible – se encuentra un gran número de estrellas embrionarias, todavía desarrollándose en la fase más temprana de su proceso de evolución.
Esta combinación de imágenes tomadas en las bandas del infrarrojo medio y del infrarrojo lejano nos permite atravesar esta densa nube de polvo para desvelar los secretos de las estrellas en formación.
El proceso de formación de las estrellas comienza cuando una densa nube de polvo y gas empieza a aglutinarse y a colapsar bajo la acción de su propia gravedad, formando un núcleo central o protoestrella rodeado por un disco de acreción.
A lo largo de cientos de miles de años, el material del disco va cayendo en espiral atraído por la protoestrella, hasta que ésta alcanza la densidad suficiente para arrancar el proceso de fusión y se convierte en una estrella madura.
Una parte del polvo y del gas contenido en el disco de acreción podría llegar a formar un sistema planetario – tal y como pasó en nuestro Sistema Solar.
Un equipo de astrónomos liderado por Nicolás Billot, del Instituto de Radioastronomía Milimétrica (IRAM) en Granada, España, utilizó el telescopio Herschel para tomar una imagen semanal de la nebulosa de Orión durante seis semanas, a finales del invierno y durante gran parte de la primavera del año pasado.
El instrumento PACS de Herschel descubrió partículas de polvo frío en los discos de acreción de las protoestrellas más jóvenes, al observarlas en la banda del infrarrojo lejano.
Estos resultados se combinaron con imágenes de archivo de Spitzer, tomadas en la banda del infrarrojo medio, en las que se pueden distinguir formaciones más antiguas y a mayor temperatura.
Los astrónomos quedaron sorprendidos al descubrir que el brillo de los objetos más jóvenes variaba hasta un 20% en cuestión de semanas, ya que el proceso de acreción puede durar años o incluso siglos. Ahora están tratando de encontrar una explicación para este inusual fenómeno.
Una posible hipótesis apunta a la presencia de filamentos de gas que estén canalizando material desde el disco exterior hasta la región más próxima a la estrella, calentando de forma temporal el interior del disco, lo que le haría brillar.
Otra posibilidad sugiere que se está acumulando material frío en el borde interno del disco de acreción, que proyectaría sombras sobre la región exterior del disco, oscureciéndolo temporalmente.
En cualquier caso, queda claro que la gestación de una nueva estrella dista mucho de ser un proceso uniforme y regular.
“Una vez más, los resultados de Herschel nos sorprenden y nos ayudan a comprender mejor lo que está ocurriendo durante las primeras fases del proceso de formación de las estrellas y de los planetas”, comenta Göran Pilbratt, Científico del Proyecto Herschel para la ESA.
Gracias a su sensibilidad en el infrarrojo lejano y a su resolución sin precedentes, Herschel permite a los astrónomos contemplar y estudiar los procesos físicos que tienen lugar durante el proceso de formación de las estrellas.