Mantener el ritmo en el espacio
El espacio es un entorno muy inhóspito para el cuerpo humano, pero nos adaptamos a él sorprendentemente bien: en pocas horas, el cerebro asume la ausencia de las sensaciones de arriba y abajo, como si flotar fuera nuestro estado natural. Y ahora, los investigadores están estudiando cómo nuestro reloj interno se adapta de forma similar a las restricciones del espacio. Un experimento patrocinado por la ESA ha descubierto que, aunque es posible sacar a las personas de la Tierra, no es posible sacar el ritmo terrestre de las personas.
Los ritmos circadianos describen los cambios que experimentan nuestros cuerpos a lo largo de 24 horas. Este reloj interno se ve regulado por la temperatura central, que dice a nuestros cuerpos cuándo es de día o de noche y pone en marcha sistemas como el metabolismo o el ciclo del sueño.
En la Tierra, nuestra temperatura central se mantiene a 37 °C, con medio grado de descenso a primera hora de la mañana y de aumento a primera hora de la tarde.
“Si nuestros cuerpos fueran una orquesta, la temperatura central sería el director, que indicaría cuándo deben entrar en juego las hormonas y otras funciones del organismo”, explica el doctor Hanns-Christian Gunga, de la Universidad de Berlín, investigador principal del experimento.
El ritmo circadiano es una suave onda que se sincroniza con nuestro día de 24 horas.
Pero, ¿qué sucede con esta onda en el espacio? Los investigadores predijeron que la falta de luz solar regular y el entorno artificial de la Estación Espacial Internacional la aplanaría. Es decir, la temperatura central caería y el cuerpo humano perdería su ritmo.
Para probar esta teoría, diez astronautas midieron su temperatura central en periodos de 36 horas antes, durante y después de sus vuelos espaciales empleando dos sensores fijados a la frente y al pecho.
Los resultados hasta el momento han sorprendido a los investigadores. La temperatura central del cuerpo aumentó en general y las fluctuaciones de medio grado en 24 horas fueron moviéndose gradualmente unas dos horas.
Para mantener el ritmo, el cuerpo trabaja más y se va calentando. Los desencadenantes para comer, metabolizar y dormir, por ejemplo, se desplazaron en concordancia con ello. Los investigadores aún no tienen claro por qué sucede esto, pero los resultados iniciales tienen importantes implicaciones.
Los astronautas son trabajadores por turnos con agendas muy apretadas. Para garantizar que trabajen cuando su capacidad de estar alerta y centrar la atención es mayor, y que descansen cuando lo necesitan, debemos comprender y anticiparnos a sus ritmos circadianos durante los vuelos espaciales. Así, los controladores de las misiones podrán planificar con mayor eficacia misiones más largas para garantizar que la tripulación se mantenga sana y eficiente.
El papel de la temperatura central a la hora de poner a punto nuestros relojes internos también abre nuevos e importantes caminos a la investigación del trabajo por turnos en la Tierra. El sensor no invasivo desarrollado para medir la temperatura en la ISS también puede utilizarse para hacer un seguimiento de la temperatura central en estudios clínicos o de campo.
El astronauta de la ESA Paolo Nespoli será el próximo en viajar a la estación este año, seguido del astronauta japonés Norishige Kanai en 2018. Para entonces, el experimento habrá recopilado todos los datos necesarios y se habrá llegado a nuevas conclusiones. Así que tendremos que estar pendientes...