Inmediatamente después del Big Bang, hace casi 15.000 millones de años, el Universo estaba extremadamente caliente. La materia, tal como la conocemos ahora, no existía, y el mecanismo que permitió a los protones y electrones llegar a formar estrellas, galaxias y, finalmente, seres vivos como el hombre sigue siendo un misterio.
Europa ha desarrollado potentes observatorios espaciales capaces de analizar la luz de todo el espectro electromagnético. Los telescopios espaciales, como el Hubble y los observatorios de la ESA XMM-Newton e Integral, estudian el Universo en otras longitudes de onda además de la luz visible, lo que les permite observar formación estelar, galaxias y toda clase de objetos celestes, incluidos los fascinantes agujeros negros.
Herschel, lanzado en Mayo de 2009, investiga el nacimiento de estrellas y galaxias observando el cielo a longitudes de onda jamás cubiertas antes por un telescopio.
Planck, lanzado junto con Herschel, observa la radiación fósil del universo temprano para averiguar más sobre el origen y la evolución del cosmos.
En 2012 la misión Gaia revolucionará el conocimiento sobre nuestra galaxia generando el mapa tridimensional de la Vía Láctea más preciso jamás construido.
El telescopio James Webb, de la ESA y la NASA, buceará aún más a fondo en el Universo y proporcionará mucha más información acerca del nacimiento y la evolución de los sistemas planetarios.