Camino a la Luna
El 21 de julio de 1969, el hombre pisaba por primera vez la Luna. Con el recuerdo de aquellas imágenes de Neil Armstrong y Buzz Aldrin paseando por su superficie, los científicos e ingenieros trabajan en el diseño de futuras nuevas misiones tripuladas al satélite.
En su momento, la misión Apolo XI representó tanto la culminación del programa lunar de la NASA, y el inicio de una nueva era en la exploración espacial. Los sucesivos astronautas que caminaron por la Luna dejaron en su superficie diversos instrumentos para realizar, entre otras cosas, mediciones precisas de la distancia hasta la Tierra y otros experimentos.
Las retransmisiones por televisión de sus paseos inspiraron a una generación de futuros investigadores como Mark Kidger, científico de la ESA. Kidger recordó, durante el encuentro con la prensa en el Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC) de la ESA en Madrid, que tenía 9 años cuando se produjo el alunizaje y que sus padres le dieron un permiso especial para ver los primeros pasos de Neil Armstrong sobre el satélite.
Las misiones Apolo fueron también fundamentales para que España empezara a participar en programas de exploración espacial, como apuntó Santa Martínez, coordinadora del procesamiento científico y archivo de BepiColombo. La instalación de la primera antena de seguimiento de lo que luego sería la estación de espacio profundo de la NASA en Robledo de Chavela (Madrid) se produjo, precisamente, para dar soporte a las comunicaciones de las misiones lunares. Además, la ESA participó en la construcción de VILSPA, la estación de seguimiento de satélites, en Villanueva de la Cañada, Madrid, , que evolucionaría después hacia el actual Centro Europeo de Astronomía Espacial, ESAC de la ESA.
Europa en la Luna
En ESAC se guarda el archivo científico de todas las misiones de la agencia, incluidas las enviadas a la Luna, “nuestro octavo continente”, como lo llama Bernard Foing, director del Grupo Internacional de Exploración Lunar (ILEWG) y líder científico de SMART-1. Aquella fue la primera misión que la ESA envió al satélite y, para probar nuevas tecnologías de propulsión solar y navegación.
El aspecto científico era muy importante, y la sonda consiguió observar los polos lunares y cráteres en sombra perpetua, a una temperatura de -200º C, en los que el hielo podría sobrevivir para siempre. “También encontramos un lugar donde hay luz, más del 90% del tiempo, que hemos llamado pico SMART 1 de luz cuasi eterna”, explica Bernard, que añade que es un lugar muy interesante para ser explorado con robots y para una base humana permanente y sostenible.
Las observaciones de SMART-1 y de otras misiones posteriores, como las chinas Chang’e, la estadounidense LRO o la india Chandrayaan-1, son fundamentales para preparar las posibles misiones tripuladas del futuro. Al igual que la colaboración internacional para llegar a poner en pie el viejo sueño de los científicos, que es “una presencia humana permanente y sostenible” en el satélite, en palabras de Bernard.
Una misión tripulada antes de 2030
Desde hace veinte años hay diferentes propuestas que parten de una primera fase de exploración robótica, seguida de una presencia robótica permanente que empiece a utilizar los recursos propios de la Luna que sostengan la construcción de los hábitats tripulados. Los desafíos que presenta el establecimiento de una base humana en el satélite son muchos, desde el mismo alunizaje hasta las comunicaciones con la Tierra, los sistemas de soporte vital y la protección a la tripulación de la radiación que llega a la superficie, la utilización de los recursos lunares, etc.
La ESA dispone de un programa, en colaboración con las agencias espaciales canadiense y japonesa, llamado HERACLES que estudia, precisamente, la posibilidad de enviar una misión tripulada a la Luna utilizando, una estación orbital denominada Gateway, como etapa intermedia, que estaría situada en las proximidades del satélite.
HERACLES tiene como objetivo enviar dicha misión a finales de la década de 2020. Los socios internacionales de la ISS están planteándose retirar parte de los fondos dedicados a la estación y redirigirlos a las futuras misiones a la Luna y Marte, que es el gran objetivo en el horizonte, pero para ello se necesita la colaboración de otras agencias espaciales y de empresas.
La exploración de la Luna puede resultar útil más allá de la preparación de los programas tripulados. Bernard Foing afirma que “podemos aprender mucho de la Luna para desarrollar instalaciones y tecnologías que vamos a utilizar en otras sondas y que pueden tener otras aplicaciones”. Más que nuestro satélite, la Luna es realmente el octavo continente de la Tierra.