50 aniversario de Apolo: la contribución española
Valeriano Claros-Guerra fue uno de los primeros en escuchar las señales de los astronautas del Apolo en la Luna, antes de convertirse en un promotor clave de la red de estaciones terrestres de la ESA
“Creo que, como dijo el actor Tom Hanks, estaba en el lugar correcto en el momento oportuno”, dice Valeriano Claros-Guerra. Pero cuanto más habla de su carrera espacial, más claro está que él era la persona correcta en el momento oportuno.
Mientras estudiaba, Valeriano ganó una beca que le permitiría hacer un recorrido por la industria de las telecomunicaciones francesa, y así es como decidió que quería trabajar con el espacio.
“Me dieron una beca y la intención del gobierno francés era mostrar a los ingenieros en telecomunicaciones noveles los grandes avances de la industria francesa. Llegamos a Pleumeur-Bodou, que era la primera estación de Intelsat en Francia, y nos invitaron a quedarnos unos días; era la primera vez que Francia y la Unión Soviética probaban satélites de comunicaciones para evaluar el sistema de transmisión de televisión SECAM”.
“Me di cuenta de que era un lugar muy importante e interesante. Cuando era pequeño me encantaba leer las historias de Flash Gordon, así que cuando vi esta antena me quedé realmente impresionado (aún existe; es un museo, como una cornucopia), y pensé que quería seguir desarrollando mi carrera en las actividades espaciales. Y, al final, tuve suerte y lo conseguí”.
Después de la universidad, Valeriano adquirió experiencia trabajando en telecomunicaciones con Standard Eléctrica (ITT). Por aquel entonces, la NASA empezó a buscar ingenieros, y su inglés fluido fue una ventaja importante.
“Antes, España era un lugar en el que los idiomas no se enseñaban mucho. Los niños no estaban muy preparados, no como ahora: ahora en España todos los niños aprenden un segundo idioma en el colegio, inglés, o un tercer idioma en ciertas regiones”.
“Mientras estudiaba, durante un verano estaba ayudando en la panadería de mi padre y conocí a un turista, míster Duncan, que me dijo: ‘Estás estudiando ingeniería, pero tu inglés no es muy bueno’. Le respondí que mi padre no me podía enviar a Inglaterra a estudiar. Pocos meses después recibí una beca del director de Decca Radar Limited para trabajar en radares marinos. Era cerca de Tolworth, muy cerca de Croydon, y ahí aprendí mucho del inglés que hablo”.
Un acuerdo entre España y Estados Unidos había permitido a la NASA instalar una pequeña estación terrestre cerca del faro de Maspalomas, en Gran Canaria. Se utilizaba para dar asistencia a los programas Mercury y Gemini. Cuando Valeriano llegó a las Islas Canarias, se estaba desarrollando una nueva estación terrestre.
“Cuando llegué, estaban transportando antenas con camellos desde el faro a una nueva ubicación. La NASA estableció procedimientos que dieron forma a nuestra mentalidad: el entrenamiento que recibimos fue verdaderamente impresionante. Tenías que manejar los equipos de formas muy específicas y, si se detectaban fallos, había que repetirlo todo una y otra vez hasta que se solucionara. Así que si te encontrabas con un problema, sabías exactamente qué había que hacer para resolverlo”.
En el momento cumbre, cuando Neil Armstrong posó el módulo lunar del Apolo 11 en la superficie de la Luna por primera vez, los ingenieros de la estación de las Islas Canarias fueron de los primeros en saberlo.
“Tuvimos la gran suerte de hacer el seguimiento del alunizaje junto con las estaciones de Fresnedillas y Robledo. Es uno de los recuerdos más vivos que tengo de la misión Apolo”.
“De las tres estaciones de la NASA en España, la de la isla de Gran Canaria tenía una particularidad. Además de poder recibir señales de voz, datos y telemetría en banda S, también recibíamos la voz por banda VHF. En caso de que hubiera un fallo de la banda S, Houston podía continuar comunicándose con los astronautas por VHF”.
“Y eso es lo que pasó cuando el Eagle estaba aterrizando: oímos un montón de ruido y pensamos que se iban a perder las comunicaciones, y esto generó mucha tensión. No nos relajamos hasta que no escuchamos que el Eagle había aterrizado”.
“El control de Houston dijo: ‘Enhorabuena, tenemos aquí a algunas personas que se estaban poniendo azules y ahora ya pueden respirar’. Nos pasó lo mismo, porque no estábamos seguros de que al final todo estuviera siendo un éxito”.
Valeriano había permanecido a la consola durante el alunizaje, pero se quedó trabajando hasta tarde para oír cómo los astronautas abandonaban el módulo lunar y ponían el pie en la Luna.
“Estaba en el turno de las 16:00 a medianoche, pero no sabíamos cuánto tardarían en salir los astronautas, así que decidimos no irnos a casa. Me quedé hasta que abrieron la escotilla y entonces oímos a Armstrong decir la famosa frase sobre el paso. Y entonces nos relajamos. Tenía una de esas sillas para llevar a la playa que estaba cerca de la estación, y me quedé descansando allí mientras pensaba cuál iba a ser mi futuro”.
Le esperaban días difíciles. En 1975, después de que la estación terrestre participara en todas las misiones Apolo, en Skylab y en ALSEP, la NASA decidió cerrarla. La experiencia y las recomendaciones de la NASA ayudaron a Valeriano a encontrar un nuevo hogar en la estación de seguimiento VILSPA de la ESA cerca de Madrid y, más tarde, en lo que él considera el segundo gran hito de su carrera: establecer la estación terrestre de Nueva Norcia.
“Empecé allí tratando de comprar un terreno para la ESA, pero en aquel entonces la Agencia ni siquiera estaba registrada como organización internacional en Australia. El primer paso fue obtener este registro. Después me ayudó el abad de un monasterio cercano y, al final, uno de los granjeros nos dejó comprar una finca. Y, así, ahora tenemos nuestra preciosa estación de Nueva Norcia, cerca de Perth”.
Valeriano asumió después la dirección de ESAC y, cuando el establecimiento creció y tomó el relevo un nuevo director, se quedó para asegurarse de que se estableciera la antena de espacio profundo de la estación de Cebreros. Muchas veces menciona la suerte que ha tenido durante su carrera, pero viendo lo que ha conseguido en la ESA y fuera de ella, parece que ha sido la industria espacial la que ha tenido la suerte de contar con él.
La ESA desea sumarse a la comunidad espacial internacional para celebrar el 50.º aniversario de la primera vez que la humanidad puso el pie en la Luna y rendir homenaje a los hombres y mujeres que participaron en esta aventura, algunos de los cuales continuaron trabajando en posteriores programas espaciales de la NASA, la ESA y otras organizaciones internacionales. Hoy, la ESA y sus socios se preparan para que la humanidad regrese a la superficie de la Luna. A lo largo de esta semana nos centraremos en distintas misiones lunares preparadas por la ESA y destacaremos algunas contribuciones fascinantes de Europa a la exploración lunar.