Tras las huellas de Gagarin
"Aquel fue uno de los acontecimientos más notables del siglo. Siempre vemos las primeras veces como algo muy memorable, por ejemplo, cuando los escaladores alcanzan la cima de montañas muy altas, o los pilotos culminan el primer vuelo de una nueva aeronave. En ese sentido, Gagarin realmente inauguró una era", afirma Thomas Reiter, nuevo Director de Vuelos Tripulados de la ESA y Astronauta de la ESA (Soyuz TM-22 and STS-121).
Los seres humanos han mirado el cielo durante siglos, han estado fascinados por el espacio y en todo momento han sentido el deseo de ver lo que realmente había allá fuera. A pesar de que nuestra comprensión del Universo ha cambiado a lo largo de miles de años, estoy absolutamente convencido de que ha sido el mismo deseo de ver lo que está detrás de esa “cortina negra” que aparece todas las noches. Con Gagarin, estuvimos un poco más cerca de verlo por nosotros mismos.
El Universo es infinito, y los vuelos espaciales humanos son un empeño muy difícil, pero al menos este fue el primer paso. Considero que su vuelo fue una especie de alivio ya que, finalmente, después de tanto tiempo, era posible superar la gravedad de nuestro planeta, tener la tecnología disponible para ir al espacio.
No lo recuerdo bien, porque tenía poco menos de tres años en 1961, pero luego lo vi como un empeño excepcional de los seres humanos. Mi padre era un entusiasta piloto de planeador y puedo decir que en parte me crié en el aeródromo cercano a nuestra casa. Mi madre también voló en planeadores hasta unos meses antes de que yo naciera. A partir de las historias que me contaron sobre volar en planeadores y aviones, y continuando con el siguiente paso lógico, que era volar en el espacio, empecé a seguir las primeras misiones estadounidenses Gemini y Apolo desde 1966 en adelante.
Pero lo que me influyó definitivamente fue aquel primer paso de ir al espacio, y más tarde, en mi carrera continuó la influencia de Yuri Gagarin. Cuando me estaba entrenando en la Ciudad de las Estrellas, cerca de Moscú, tuve la oportunidad de conocer a la esposa de Gagarin, que aún vivía allí.
Siempre se habla de la Ciudad de las Estrellas y de Gagarin en la misma frase (la instalación rusa de entrenamiento de cosmonautas se llama Centro de entrenamiento de cosmonautas Y.A. Gagarin, GCTC). Hay un museo repleto de objetos de su entrenamiento y su traje espacial real. Hay una sala donde tenía su antigua oficina, a la que acude cada tripulación antes de salir de la Ciudad de las Estrellas hacia Kazajistán para volar. Los dejan solos para escribir unas palabras en un libro de visitas, y cada tripulación desde entonces ha realizado esa pequeña ceremonia.
Cuando observamos las cápsulas Soyuz en las que volamos, se percibe la impresión de aquellos primeros días de vuelo espacial. Para mí, cuando estuve en la misión Euromir 95, esa impresión fue muy evidente y siempre me recordó que así habría sido casi 40 años antes. Si se compara el lanzamiento de un transbordador con un Mercury o Gemini, son muy diferentes. Por supuesto los motores del cohete, las estructuras, la orientación y la aviónica y demás son nuevos avances de la Soyuz, pero sigue siendo muy robusta y el aspecto general de mi nave espacial y el lanzador era similar al de la Vostok. Sentí algo parecido, o al menos imaginé que era parecido.
Se nota más al comienzo del entrenamiento, pero también es muy fuerte cuando te diriges a la plataforma de lanzamiento. Los rusos tienen algunos rituales antes de los lanzamientos; de camino a la plataforma hay que detenerse donde se puede, por última vez antes del lanzamiento, y reducir un poco el peso. Los cosmonautas lo hacen porque Yuri Gagarin hizo esa parada antes de llegar a la plataforma de lanzamiento. Con detalles como estos se te recuerda a cada paso que estás siguiendo las huellas de la persona que abrió la era espacial para la humanidad.